La sombra gris tenue de mi cigarrillo choca lentamente contra la ventana mientras mi mirada intenta derribar sin éxito los tejados de mi alrededor.
El silencio toca la alarma de incendios a riesgo de que cierre los ojos mientras se consume el cilindro y la producción de ceniza sea masiva.
El consumo no se refiere habitualmente al tabaco y eso me salva en mi conciencia de una caída estrepitosa al cenicero de las grandes culpas.
Mea culpa es cuando orino y aún lavándome las manos después, la batalla olfativa la gana por k.o la nicotina incrustada entre el dedo gordo y el índice a la del jabón.
Muerte en vida es cuando aún escribiendo estas verdades, dejas de escribir para fumar el último cigarrillo de la noche y así dejar que tus pensamientos fluyan y se diluyan y propongan mejores quehaceres para el día de mañana.
